Guiar con empatía: El poder del Liderazgo Amable.

El transmitir cordialidad y confianza es algo que facilita mucho las relaciones, y hay quienes, con la simple expresión de su rostro, ya generan esa reacción inicial; aunque lo malo de eso es que podrían llegar a esconder detrás de ese rostro dulce el carácter de un impresentable o de un auténtico psicópata.

Sin embargo, hay otras personas que desean sinceramente construir buenas relaciones con la gente pero que les pasa como a mí; que les precede una especie de expresión natural en la cara como de limón agrio; y esto es algo que nos obliga a tener que compensar esa primera impresión con un esfuerzo adicional en la cortesía con la que iniciamos cualquier conversación, para que quien tenemos en frente no se asuste antes de tiempo. No se trata de la cara que ponemos, sino de la que nos ha tocado tener.

El problema de tener que esforzarse en no dar la impresión de ser alguien poco agradable cuando aún no has abierto la boca es que, a veces, de tantas prisas por querer evitarlo y forzar la imagen contraria, puedes pasarte de la raya y acabar pareciendo poco creíble o directamente un cínico, y provocar con ello el efecto contrario al que buscas. Parecer amable a otros no es lo mismo que serlo de verdad.

Para esto de la cordialidad hay un bonito proverbio judío que dice…

“Quien conversa con un rostro amable, llena de alegrías los corazones de los demás”

Cuando lo leí por primera vez creí haber perdido toda esperanza… Porque si eso es así, con esta cara que me acompaña, (que da la impresión de esté permanentemente cabreado con el mundo), no podré entonces llegar muy lejos en lo de cultivar amistades.

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Ya sé que hay relajarse un poco y sonreír por la vida, a mí me lo han dicho muchas veces, pero el Joker también lo hace y no creo que la expresión sonriente que tiene ese personaje pueda llenar de alegría el corazón de Batman.

Con este dilema, tal vez sea buena idea acudir a los clásicos y ver qué decían sobre el tema…

Probemos con Platón, que fue un filósofo griego, maestro de Aristóteles y conocido por sus doctrinas sobre las relaciones humanas. ¿Os suena lo del “amor platónico”?.

Platón defendía la idea de que existen unos entes, que no son materiales, pero sí son universales, de los que deriva todo lo que sostiene a ser humano civilizado. Esos entes serían, por ejemplo, la justicia, la virtud o la bondad.

De ese pensamiento surgieron expresiones atribuidas a él como esta…

“Sé amable con todo el mundo, pues cada persona libra algún tipo de batalla”

Lo que quiere decir Platón con esto es que debemos tratar de afrontar con amabilidad las situaciones que nos vengan dadas por los demás. Ser compasivos con sus sentimientos de dolor, frustración, alegría o tristeza; ya que, si nos dejamos arrastrar por ellos, (es decir, si nos dejamos llevar simplemente por la primera impresión que nos dé esa persona y por su manera particular de plantearnos esos sentimientos), acabaremos por juzgar en lugar de por avanzar.

Ser amable y buena persona o tener capacidad de tolerancia y respeto, son actitudes que deberían estar por encima de cualquier otra consideración en nuestro día a día, sea en nuestra actividad profesional como en la personal, ya que viene a ser como el pegamento que mantiene unida la convivencia entre las personas.

Además, es que ser amables y cordiales nos ofrece una gran capacidad para poder influir positivamente en otros, ya que estas tienden a adquirir el mismo comportamiento cuando perciben esa cordialidad, y es de ahí de donde arrancan bien las buenas relaciones sociales y el trabajo en equipo para seguir adelante y alcanzar objetivos comunes.

Una regla esencial en el modo correcto de comportarse y de relacionarse con los demás es el tratar de que las personas que con las que interactúas se sientan importantes. La razón de ello es que el ser humano vive permanentemente con la necesidad natural de ser apreciado y valorado.

Esta regla sobre las relaciones humanas no es nueva. Si por ejemplo echas un vistazo a la Biblia, verás que estaba muy presente en las enseñanzas que impartió Jesús en Judea hace 2000 años, pero también en las de otros grandes filósofos a lo largo de la historia; porque ser amable y cordial, o mostrar respeto hacia los demás, es un pilar de la convivencia en cualquier entorno social. Por esto es tan importante en el liderazgo de los equipos de trabajo y en el conjunto de las organizaciones.

Y es que todos queremos que se nos trate con amabilidad; que se nos respete, se nos apruebe y como no, que se nos reconozca por lo que hacemos y lo que aportamos.

Queremos sentir que somos también importantes y que se tiene aprecio sincero por nosotros. Todos esperamos recibir esa calidez y buenos elogios en el trato con otras personas, porque nos cargan de ánimo y nos hacen sentir bien y motivados. Y la manera de obtener todo eso de los demás también para ti, es más sencilla de lo que pueda parecer, ya que consiste simplemente en ofrecerles lo mismo a ellos con generosidad, pero sin adulación.

De hecho, parece ser que ser amables resulta beneficioso para la salud, según un reciente estudio presentado por la Universidad de Estudios Sociales de Varsovia, el cual determina que los pequeños actos, como sonreír, un saludo cariñoso o hablar bien de alguien causan un bienestar evidente a quienes lo hacen con frecuencia.

Además, es que no cuesta nada hacerlos, se trata de algo sin coste; un simple gesto como dar un cordial buenos días; mantener una conversación relajada con alguien; invitar a un café o preguntar por la situación de algún compañero, no representa un esfuerzo y merece la pena acostumbrarse a hacer ese ejercicio constantemente.

Por el contrario, y según ese mismo estudio, el andar haciendo justo lo contrario; es decir, siendo deshonestos, criticones o impertinentes, podrían tener un efecto negativo en la salud. Supongo que de ahí vienen expresiones como “tener mala baba”.

De impertinentes parece estar el mundo lleno y eso no es bueno. La impertinencia no es una virtud, sino un defecto en la forma de comunicarnos que además parece extenderse como un virus en nuestra sociedad actual. Hay una tendencia a que los comentarios irrespetuosos hechos con intención de anular a una persona o de alimentar un conflicto se hagan cada vez más habituales con la excusa de una supuesta honestidad, sobre todo en el entorno de trabajo; donde a veces estas situaciones degeneran empujadas por intereses o circunstancias.

Los impertinentes metepatas son esos que, con el argumento de mantener por norma una estricta sinceridad en sus comentarios y valoraciones, se escudan en este razonamiento para justificar la crítica gratuita o los comentarios crueles hacia otros, sin importar el daño que puedan causar con ello. Nada de medir las palabras; mi verdad la pondré por delante siempre. Qué fácil es llegar a ser un cretino…

Comunicarnos con otros requiere tacto y sensibilidad. El mostrar lo que uno piensa de manera espontánea e impulsiva, sin aplicar ningún filtro, puede ser imprudente si lo que se pretende es mantener una conversación amigable o productiva.

El expresarse en un momento determinado sobre cualquier tema de conversación siempre hay que hacerlo con confianza, pero sin ofender. Ser alguien con quien merece la pena dialogar, trabajar en equipo o construir una relación de amistad requiere respetar unas reglas, además de aplicar ciertas habilidades con el objetivo de que la persona con la que se habla se sienta bien contigo.

Esas reglas y habilidades son, por ejemplo, la autenticidad, la coherencia o la transparencia; pero también la aceptación y la tolerancia; ya que la persona a quien nos dirigimos no tiene por qué pensar de la misma forma que nosotros, algo que parece que le cuesta entender a mucha gente.

Acepta a los demás tal como son; cada persona tiene su historia, sus capacidades, cualidades, defectos y circunstancias. Platón ya lo decía con aquello de “…cada persona libra algún tipo de batalla”

Intenta conocer a los demás y entender sus inquietudes y formas de pensar. Trata de aplicar la empatía, poniéndote siempre en su lugar para comprender sus puntos de vista y comportamiento. No se trata de que te conviertas en un psicoanalista, pero darle un par de vueltas a las cosas antes de juzgarlas puede ser un buen ejercicio para no meterte en problemas.

Al final, el que seamos percibidos como “gente cordial y amable”; como alguien en quien confiar y a quien seguir por las personas con las que nos relacionamos, va a depender entre otras cosas de nuestra capacidad para no agredir su forma de pensar, de opinar o de actuar; ni por supuesto ofender a su autoestima y dignidad.

Y no tengas prisa para agradar. Si de entrada tienes habitualmente una expresión de limón agrio en esa cara, como me pasa a mí, ve poco a poco dándote a conocer, cultiva la confianza en tu buen carácter; sé siempre sincero, pero teniendo tacto con los sentimientos de los demás; y muestra autenticidad cada día en lo que dices y haces. Se trata de un esfuerzo que requiere constancia, pero que merece la pena.

Aquí finaliza este nuevo episodio de La Guarida de Lycon. Espero que te ha parecido de interés. Si es así, te propongo que te suscribas a este canal para que no te pierdas el siguiente episodio en el que seguiré compartiendo consejos para ayudarte en tu desarrollo personal y profesional.

Te espero

Hasta pronto.

Miguel Ángel Beltrán