A la incertidumbre échale carácter y convicción
¿Cómo se consigue llegar a ser alguien al que la gente siga?. ¿Cómo una persona tímida o moralmente débil podría transformarse en una persona influyente al que otros escuchen y tomen como referente?.
En contra de lo que algunos piensan, no se llega a ser esa persona siendo simplemente un buen orador capaz de dejar embobado al público o un tipo gracioso con un físico atractivo que embauca a todo lo que se mueve.
Obviamente estas características pueden ayudar en el objetivo, pero lo cierto es que la capacidad de liderazgo es una fuerza que surge de nuestra personalidad interior y no desde la cáscara exterior.
De gente que se cree capacitada para liderar está el mundo lleno. Hasta un psicópata o un maniaco puede reunir ciertas habilidades de encantamiento sobre otras personas; sin embargo, difícilmente podrá llegar a conducirlas hacia un propósito común que las haga crecer y mejorar de forma individual y colectiva.
“Cualquier persona que desea alcanzar dotes de liderazgo deberá desarrollar interiormente los rasgos necesarios para ello y esto es algo que no se consigue en poco tiempo, sino que es una tarea permanente que nunca acaba y que precisa de una transformación.”
En esto no hay una meta a la que llegar o un cursillo en el que una vez acabado se te dé un certificado que te acredite como líder; esto es algo que solo las personas con las que te relacionas podrán concederte a través de la percepción que tengan de tu carácter y de tus acciones.
En ese camino de crecimiento interior deberás encontrar tus propias formas de adquirir las capacidades de liderazgo que vas a necesitar, y tendrás que aplicar en esa misión una autoevaluación honesta y constante sobre tu evolución para así poder ir corrigiendo las cuestiones en las que fallas, que las habrá y que deberás encontrar.
Esta es una tarea larga y laboriosa que requiere de mucha convicción y sinceridad, porque las personas tendemos a ocultar nuestros propios defectos, aunque seamos muy conscientes de ellos.
Es tentador no afrontar las pequeñas miserias de nuestra personalidad por miedo a dañar la autoestima; lo malo es que así jamás solucionas tus defectos y estos acabarán convirtiéndose en un lastre que impedirá tu desarrollo personal.
¿Cuántas personas conocemos en nuestro entorno cercano con esa incapacidad de reconocer errores, pedir disculpas y corregirse…?. Y no solo cerca de nosotros…; tengo la percepción de que esa actitud está hoy presente más que nunca por todas partes; de hecho, creo que se ha convertido ya en una plaga social en la que el cinismo, el ego y el deseo de imponer el criterio propio sobre los demás son algunos de sus ingredientes más esenciales.
Sin duda, la manera de comportarnos ante las distintas circunstancias a las que nos enfrentamos constantemente determina hasta qué punto somos merecedores de confianza o si lo que realmente demostramos es tener una personalidad de cartón piedra. Así es imposible pretender ser alguien capaz de influir positivamente en los demás. ¿Qué inspiración pueden producir la falsedad o la hipocresía, la envidia o la falta de empatía?.
Vamos, tú sabes bien a qué me refiero… ¿Cuántas veces has hecho una reflexión honesta en el último mes sobre las cosas que deberías no haber hecho., o sobre esos aspectos de tu personalidad que sabes o deberías saber que no son correctos?; ¿cuándo fue la última vez que te disculpaste de verdad ante otros por algo que dijiste o hiciste pese a que si te lo hubiesen hecho a ti te habría parecido ofensivo o inadecuado?.
No me refiero a una disculpa para correr un tupido velo y seguir como si nada hubiese pasado, sino a un arrepentimiento sincero que, además de reconocer el error, te haya hecho replantear tu actitud para tratar de evitar repetirlo?.
Pero no te sientas mal, que nadie está exento de este tipo de fallos en el comportamiento. Lo que determinará no solo si eres un buen candidato a ser un referente al cual seguir para los demás, sino también una buena persona, será el modo en el que los gestiones.
Al final todo gira en el carácter de la persona, ya que eso es lo que define su forma de ser, de actuar y de relacionarnos con los demás. Vas formando el tuyo a lo largo de tu vida en base a unos rasgos y creencias que definen nuestro modo de afrontar las situaciones que nos vamos encontrando.
No hay duda de que, si hay algo que caracteriza a los buenos líderes, es que suelen tener un carácter con fuertes convicciones y una evidente confianza en sí mismos. Su visión del futuro la tienen clara y lo afrontan con un entusiasmo no disimulan. Parece que arrastren una aureola invisible que ejerce su propia fuerza de gravedad, atrayendo a su órbita a otras personas necesitadas de algo que les ayude a superar su espiral de desmotivación, de dudas y miedos.
El verdadero líder con carácter y convicciones es el que realmente inspira confianza en los demás. Y lo hace con las acciones, no solo con las palabras. Aquí no se trata de ser un excelente predicador, capaz de hipnotizar a otros con palabrería endulzada para llevarlos a su terreno.
Este tipo de gente no se mira en el espejo de los demás para actuar, lo hacen sobre la base de esas convicciones y son autocríticos en el caso de estar equivocados o en el caso de que no lo estén; reflexionan sobre el resultado de sus decisiones y se preocupan de corregir los errores para mejorar el resultado.
A cualquiera le gustaría tener control en todo y sentirse a salvo cada minuto de su vida, pero incluso un líder con fuerte carácter no puede mantener todo bajo control siempre, ni tampoco es eso de lo que se trata…, sino de ser capaces de saber afrontar las circunstancias y tomar decisiones y no que esas circunstancias sean las que decidan por nosotros.
Fortalecer el carácter es importante para transmitir confianza, sobre todo cuando aparece la incertidumbre.
Miguel Ángel Beltrán
Imagen de Santiago Lacarta en Pixabay