Déjate de pamplinas y acepta el reto del cambio.

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¿Cómo vas en lo del objetivo de mejorar tu vida y tus circunstancias?, ¿vas avanzando en ello o sigues con tu miedo a fracasar en el intento?. Si te has parado aquí después de leer el título de este contenido, es probable que el motivo que te ha llevado a hacerlo sea que te inquieta alguna incertidumbre que se está dando en tu entorno personal, algo que percibes como un riesgo para tu estabilidad o para tus proyectos futuros.

Si es así, bienvenido seas al club de afectados más grande del mundo, el de los que sufren el síndrome del miedo al cambio. Aunque la verdad es que esto no tiene nada de síndrome; es una simple reacción natural que conviene aprender a gestionar.

Ambas cuestiones, el cambio y la incertidumbre, están relacionadas entre sí. De alguna manera una es el resultado de la otra, independientemente del orden en el que pongas en la ecuación a estos dos factores, ya que el resultado siempre suele ser el mismo: el miedo.

Las personas tenemos miedo a lo que pone en riesgo nuestra seguridad, la de nuestra familia, la de nuestros hijos, la de nuestro trabajo…; como si la seguridad fuese un concepto perfectamente definido y delimitado…, como si lo único que pudiera llevarnos a la felicidad fuese el alcanzar una sensación total de seguridad.

¿Pero quién está realmente seguro en este mundo…?, en realidad, nadie lo está. Obsesionarse por buscar la estabilidad es probablemente una pérdida de tiempo y de energía. Intentamos contantemente alcanzarla reteniendo todo lo que de manera errónea hemos llegado a creer que nos garantiza el conseguirla, evitando cualquier riesgo de perder lo que entendemos que son los pilares donde descansa nuestra tranquilidad. Pero cuando afrontamos la incertidumbre del cambio desde esa perspectiva, sí que nos ponemos en verdadero riesgo; el de entrar en una espiral de preocupación, estrés y miedo, que es donde acaban atrapadas muchas personas convencidas de que el conseguir la estabilidad es lo único que las puede llevar a la felicidad, y no…, no lo es.

Si pretendes avanzar en tu desarrollo personal, debo decirte que vas a necesitar tener buena capacidad de adaptación al cambio y de superar el miedo a la incertidumbre éste lleva asociado. Tenemos la percepción de que los cambios son peligrosos, que conviene pecar de prudente y no moverte demasiado para no salirse del camino; que vivir en un entorno estable es lo aconsejable, y que todo se hace más fácil de esta manera. Pero esa visión es subjetiva, ya que se apoya en un decorado que no es real. Lo cierto es que, lo aceptes o no, ese decorado cambiará por mucho que pongas de tu parte para evitarlo.

Empieza a revisar tu perspectiva sobre ello y no te obsesiones en tratar de evitarlo, ya que el cambio forma parte de absolutamente todo. ¿O acaso no estás donde estás por el proceso de transformación que has vivido a lo largo de tu vida?. El cambio es siempre necesario, porque impulsa un proceso imprescindible para poder hacernos mejores. Si nos negáramos a él, aún estaríamos viviendo en cavernas y alimentándonos de raíces. La evolución no es más que el resultado de una necesida; la de ir transformando las cosas para mejorarlas. Por eso, el pretender vivir siempre en un entorno estable y supuestamente seguro es un error que impedirá tu crecimiento como persona y como profesional.

Seguro que estás leyendo esto porque sientes la inquietud y la necesidad de cambiar tu situación, pero también sientes el miedo por verte en la obligación de tener que hacerlo sin saber qué te vas a encontrar por el camino. Entiendo muy bien esa percepción, la he vivido personalmente y la he visto en personas de mi entorno. De hecho, no conozco a nadie que no sienta algún miedo a la incertidumbre. Tendemos a mostrar resistencia ante toda necesidad de afrontar algo que no conocemos y que nos saca de nuestra área de confort; eso se da mucho en el ámbito laboral, donde los cambios están a la orden del día y nos hacen sufrir el temor de fracasar, poniendo con ello en riesgo nuestra estabilidad.

Estas situaciones pueden bloquearte, algo que sucede como respuesta a lo que tu subconsciente entiende como una amenaza y una posibilidad de perder lo que has ido consiguiendo hasta ahora. La paradoja es que han sido este tipo de supuestas amenazas las que, lo largo de tu vida the han hecho aprender y avanzar. No eres un bicho raro, ni un cobarde por sentirte afectado por ello, ya que esto es algo que nos pasa a todos. Tu habilidad para gestionar esa reacción natural será lo que te permitirá superar los desafíos que se te presenten e ir superándolos.

Claro que…, dirás que el afrontar esos miedos no te garantiza el avanzar. De hecho, también podría ser que esas amenazas sean reales, no se superen y supongan un retroceso. El cambio puede tener una resultante negativa, por supuesto; las cosas pueden salir mal, ¿pero qué es la vida sino un ensayo de prueba y error?. La manera de encontrar solución a un problema requiere de ese ensayo. Estas son las reglas de juego, así que si quieres participar tendrás que adaptarte a las condiciones cambiantes de tu entorno profesional o personal. Esa capacidad de adaptación se llama resiliencia, algo que se aplica a las personas y a las organizaciones, las cuales también tienen que adaptarse constantemente para mantenerse competitivas; de ahí precisamente esos cambios constantes a los que te ves empujado a enfrentarte en tu trabajo.

De la misma manera que una estrategia de éxito, la cual aporta beneficios a una organización, un día deja de hacerlo y por ello tiene que desarrollar otra para seguir siendo competitiva, las personas también nos enfrentamos a situaciones similares en nuestro entorno profesional. No puedes pretender seguir haciendo siempre lo mismo y de la misma manera; te tienes que adaptar a las circunstancias para poder superar tus limitaciones y hacerte más valioso para los demás.

Ser resiliente es no dejar de buscar soluciones para afrontar los desafíos y superarlos satisfactoriamente.

Los retos que se te presenten lo harán de diversas maneras; ser resiliente es no dejar de buscar soluciones para afrontarlos y superarlos satisfactoriamente, aunque inicialmente nos parezcan muy difíciles. Es buscar nuevas oportunidades a pesar de la posibilidad de fracasar. No se avanza frenando constantemente las iniciativas; el asumir un cierto riesgo es inevitable para crecer profesionalmente.

El sentirse cómodo en tu trabajo y envuelto en certeza durante muchos años, es algo que te va apagando poco a poco y que acaba debilitándote. Eso sí que es peligroso, sobre todo en tiempos de cambio como los actuales; ya que, si debilitas tus capacidades, después resultará más difícil el poder adaptarse a las nuevas situaciones que vengan y a las que no tendrás más remedio que enfrentarte. Ser resiliente te permite mantener el enfoque en tus objetivos y no permitir que las preocupaciones sobre el futuro y los cambios repentinos que puedan llegar tomen el control de tu cabeza y de tu estado de ánimo. Céntrate en superar los problemas que tienes sobre la mesa hoy, lo que vengan mañana ya se verá cómo los afrontas.

Distánciate de los elementos tóxicos que te hacen perder tu energía; de la mala actitud y de la negatividad. Trata de mantener la calma cuando la situación aparenta ir mal o cuando hay demasiadas cosas que hacer y muy poco tiempo para ello. Esta es otra de las características que definen a las personas resilientes frente al cambio; en lugar de perder la compostura, aceptan el reto y no piensan demasiado en las consecuencias de no conseguirlo, salvo para poder predecir cómo manejarlas en el caso de que algo se complique. Has llegado aquí porque te muestras siempre dispuesto a luchar, afróntalo.

El cometer errores no es un fracaso, sino una oportunidad de mejorar y de seguir adelante.

¿Y qué pasa si fracaso nuevamente en el intento?, pues ahí tendrás que mantener una actitud positiva. Los fallos suceden por una importante razón; son necesarios para aprender. Incluso cuando estos fallos nos han afectado negativamente con alguna penalización en nuestros resultados o incluso con la pérdida de nuestro trabajo. Estas son lecciones que hay que aceptar y aprovechar para mejorar. Hay quien tarda más y quien tarda menos, lo importante es perseverar y no dejarse hundir por ello. Se aprende de las experiencias pasadas, tanto de las positivas como de las negativas. ¿Te imaginas que solo aprendiéramos de las positivas?. Si todo fuese fácil y seguro, o si el camino fuese siempre llano y sin obstáculos en los que poder tropezarnos, acabaríamos por perder la motivación por recorrerlo. Si intentas superar algo es porque ese algo te reta a hacerlo ofreciendo un riesgo. Si no hay riesgo no hay reto, y el cometer errores no es un fracaso, sino una oportunidad de mejorar y seguir adelante.

Pero somos humanos y no podemos dejar de sentirnos decepcionados cuando fallamos en el intento. De la decepción se sale manteniendo las cosas en perspectiva, analizando el motivo por el que las acciones salieron mal y tratando de sacar de la experiencia algo de provecho para el futuro, en lugar de compadecerse por el batacazo. De hecho, el tiempo nos demuestra que lo que pensábamos que eran verdades absolutas al final evolucionan y se transforman en otra cosa. Las creencias hay que relativizarlas y para ello necesitamos ser flexibles y capaces de adaptarnos a las circunstancias. ¿Dónde pretendes ir aferrándote a una idea o una visión fija de las cosas, si no hay prácticamente nada que sea permanente?, ni las montañas lo son.

Sólo siendo flexibles y viendo las cosas de una manera más abierta podremos resolver situaciones que han dejado de funcionar tan bien como lo hacían antes y que ahora se han convertido en una complicación para nosotros. Cuando el escenario cambia, la visión que tenías de él pierde su vigencia; por lo tanto, te aconsejo que olvides el modo de actuar de siempre y que te pongas a hacer uso de tu imaginación y creatividad para encontrar salidas. Eso sí…, sin dejarte llevar por el agobio y manteniendo la calma. Al fin y al cabo, todo pasa en esta vida… Lo que te está sucediéndote ahora y cómo te está afectando, sea lo que sea, también pasará…, tanto si son cosas buenas como si no lo son. Como te decía antes, hay que procurar relativizarlo todo un poco.

Llegados a este punto, ¿crees que lo que te estoy diciendo es simple palabrería?; ¿has probado alguna vez el ponerte delante de una cámara y explicarte a ti mismo aquellas cosas que intuyes o sabes perfectamente que no estás haciendo bien, pero que ni siquiera intentas arreglarlas?; prueba a hacerlo y después escúchate a ti mismo. Es todo un ejercicio que te hace entender un poco mejor las razones por las que puedes haberte interesado por este contenido. Al fin y al cabo, lo que digas en esa grabación será solo para ti, así que intenta hacerlo siendo totalmente honesto contigo mismo, ya que es una buena manera de aclarar lo que realmente te da miedo y el motivo de seas incapaz de abandonar esa zona de confort en la que crees estar tan cómodo y seguro.

No pienses únicamente en el riesgo al que puedes enfrentarte por no esconder la cabeza ante una situación de cambio que percibes como un riesgo; piensa también en los beneficios que puedes conseguir dándole una patada a esa zona de confort, planteándote metas ambiciosas pero realistas y tratando de encontrar la forma de llegar hasta ellas. No es necesario que te marques objetivos exagerados que seguramente serán inalcanzables, ni que pretendas solucionar tus problemas de la noche a la mañana; es suficiente con ir superando otros más modestos que te permitan ir dando pasos adelante para crecer en motivación y seguridad en ti mismo.

En definitiva, afronta los cambios con valentía y déjate de pamplinas, o acabarás por ver pasar tu vida sin pena ni gloria. La mayoría de las personas, tarde o temprano, se arrepienten de no haber reaccionado en su momento y de no haber intentado superarse; otro error… En la vida no hay un momento concreto para reaccionar, lo puedes y lo debes hacer en cualquier momento a lo largo de ella sin importar la edad. Así que, ya estás tardando.

Muguel Ángel Beltrán

Miguel Ángel Beltrán


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