Tu plan de vida empieza cuando dejas de pedir permiso.

EL FARO DE LYCON
EL FARO DE LYCON
Tu plan de vida empieza cuando dejas de pedir permiso.
Cargando
/

A veces me pongo a pensar en cómo reaccionamos ante lo que nos pasa… y me doy cuenta de que, en el fondo, esa forma de actuar dice mucho de nosotros. No como una etiqueta, ni como algo que defina quiénes somos para siempre, sino como una especie de reflejo de lo que llevamos dentro: nuestra energía, nuestra forma de ver el mundo, nuestras ganas —o falta de ellas— de seguir adelante.

Y lo curioso es que eso es distinto en cada persona. No hay dos formas iguales de sentir, de pensar, de enfrentarse a la vida. Cada uno carga con su historia, sus valores, sus heridas. Por eso, la manera en que te relacionas con lo que te rodea… es solo tuya. A veces nos pasamos demasiado tiempo intentando encajar, como si hubiera una forma correcta de ser. Pero no la hay. Eres quien eres, y eso no es algo que se pueda forzar ni moldear para agradar a los demás.

Y hasta que no aceptamos eso —de verdad, no solo de palabra—, es difícil saber hacia dónde queremos ir. Porque si no sabes lo que realmente quieres, ¿cómo vas a saber qué pasos dar para acercarte a ello? Por eso, cuando escucho esos libros o discursos que prometen fórmulas para alcanzar el éxito, me cuesta conectar. No porque estén mal, sino porque siento que cada uno tiene que encontrar su propio camino. Lo que le sirve a uno, puede no servirle a otro.

Lo que sí creo es que hay algo que todos compartimos: la necesidad de cuidar nuestra energía. De proteger esa especie de batería interna que nos permite levantarnos cada día y seguir intentándolo. Y antes de hacer planes, de marcarnos metas o de lanzarnos a cambiar cosas, quizá lo primero sea eso: mirar hacia dentro y ver qué nos está drenando. Qué cosas nos están quitando fuerza sin que nos demos cuenta.

No tengo una fórmula para eso. Solo sé que cuando uno empieza a despejar su espacio —por dentro y por fuera—, todo lo demás se vuelve un poco más claro.

Así que este episodio no va de dar consejos. Va de compartir una idea: que tal vez, antes de avanzar, necesitamos hacer sitio. Y recuperar un poco de esa energía que a veces se nos escapa sin saber cómo.

En algún momento queremos empezar a recuperar esa energía de la que hablábamos antes, quizá el primer paso sea observar con honestidad nuestros hábitos. No desde la culpa, ni con la idea de que hay que ser perfectos, sino con la intención de entender qué cosas nos están drenando… y cuáles podrían ayudarnos a sentirnos un poco mejor.

A veces cargamos con costumbres que no nos hacen bien. Cosas pequeñas, casi invisibles, que se cuelan en el día a día y nos van quitando fuerza. Y otras veces, lo que nos agota no es lo que hacemos, sino lo que permitimos: críticas, juicios, comparaciones. Opiniones que vienen de fuera y que, sin darnos cuenta, dejamos que nos definan.

Pero esta es tu vida. Y en algún momento hay que empezar a poner límites. No como un acto de rebeldía, sino como una forma de cuidado. Tal vez podrías empezar por hacer una especie de limpieza. No física, sino emocional. Preguntarte: ¿qué cosas me incomodan, me irritan, me distraen de lo que realmente importa? ¿Qué hago por inercia, aunque sé que no me aporta nada?

Un ejercicio que a mí me ha servido es hacer tres listas. Una con cosas que te gustaría hacer. Otra con las que no te apetecen, pero sabes que son necesarias. Y una tercera con esas actividades que te consumen tiempo, pero que ni son urgentes ni importantes.

No es una fórmula mágica, pero puede ayudarte a ver con más claridad en qué estás invirtiendo tu energía.

Y cuando empiezas a mirar con atención, te das cuenta de que muchas de esas decisiones tienen que ver con dos enfoques distintos: lo emocional y lo afectivo.

Lo emocional es lo que hacemos para sentirnos bien con nosotros mismos. Lo afectivo, en cambio, es lo que hacemos para agradar a los demás. Y aunque a veces se parecen, no son lo mismo. El problema es cuando ese deseo de agradar se convierte en una especie de obligación. Cuando te esfuerzas tanto por encajar, por ser aceptado, que terminas tolerando actitudes que no deberías: cinismo, arrogancia, incluso desprecio.

Y ahí es donde uno tiene que parar y preguntarse: ¿vale la pena? Si alguien no te acepta por ser quien eres, ¿por qué deberías cambiar tú para encajar en su molde?

Quizá ese no sea el momento de buscar esa aceptación. Quizá ahora lo más importante sea centrarte en ti. En aceptarte tú.

Y ojo, aceptarse no es buscar aprobación en redes sociales, ni coleccionar “likes” como si fueran medallas. Tampoco es esperar que los demás reconozcan tu valor.

A veces, el verdadero reconocimiento viene cuando haces algo bueno —en casa, en el trabajo, con un amigo— y te das cuenta de que eso ha tenido un impacto. Que ha sumado. Y que, sin buscarlo, eso te hace sentir bien contigo mismo. Esa sensación… es difícil de explicar, pero cuando la sientes, sabes que estás en el camino correcto.

Es difícil avanzar hacia cualquier objetivo si antes no has puesto un poco de orden en lo básico. No lo digo como una verdad absoluta, sino como algo que he ido entendiendo con el tiempo. Porque cuando las cosas que te afectan —esas que sabes que te drenan, que te limitan— siguen ahí sin resolver, es como intentar construir una casa sobre terreno inestable. Puede que aguante un tiempo, pero tarde o temprano, algo cede.

Así que si de verdad quieres crecer, si quieres avanzar, lo primero es aprender a gestionar esas circunstancias que te condicionan. No todas se pueden cambiar, claro. Pero sí puedes empezar a entenderlas, a ponerles nombre, a decidir cómo te relacionas con ellas.

Y cuando sientas que has ganado algo de claridad, que hay un poco más de firmeza bajo tus pies, entonces sí: ese puede ser el momento de empezar a pensar en tu plan de crecimiento personal.

Pero no un plan cualquiera. Uno que tenga en cuenta quién eres tú de verdad. Tus capacidades, tu educación, tus habilidades, tu forma de ser. Todo eso que se ha ido formando con los años, a través de tus experiencias, tus valores, tus aciertos y tus errores.

Por eso no creo en fórmulas universales. No hay recetas mágicas que sirvan para todos. Pero sí hay pasos que pueden ayudarte a construir tu propio camino.

El primero, para mí, es este: evaluar tu contexto.

No hace falta ser psicólogo para hacer un autoanálisis sincero. Solo hace falta un poco de calma, algo de honestidad… y tiempo. Respira hondo. Piensa en lo que realmente quieres. No lo que crees que deberías querer, ni lo que otros esperan de ti. Lo que tú, de verdad, deseas.

¿Dónde te gustaría estar dentro de un año? ¿Qué cosas te harían sentir más pleno, más en paz, más tú?

Esta parte puede parecer sencilla, pero es probablemente la más difícil. Porque de aquí van a salir tus objetivos, tus metas, tus decisiones. Y si no están bien alineadas con tu realidad, con tus relaciones, con tus expectativas… es fácil que se desmoronen. Una vez que tengas eso más claro, el siguiente paso es conocerte un poco más.

Coge una libreta —sí, una de verdad, de papel— y empieza a escribir. Haz dos listas: una con tus fortalezas y otra con tus debilidades. No importa si lo que anotas parece importante o no. Si se te da bien cocinar, escríbelo. Si te cuesta mantener la constancia, también. Si eres bueno escuchando, o si te cuesta controlar el carácter… todo suma. Cuanto más honesto seas, mejor. Porque esa lista no es para nadie más. Es solo para ti.

Y cuando la tengas, léela con calma. Porque ahí, en esas líneas, vas a empezar a ver con más claridad qué áreas de tu vida necesitan atención. Dónde puedes apoyarte… y dónde necesitas crecer. No es un ejercicio rápido. Pero sí es uno de los más valiosos que puedes hacer por ti mismo. Una vez que has identificado tus fortalezas y debilidades, el siguiente paso es empezar a concretar.

¿Qué quieres mejorar? ¿Qué te gustaría alcanzar?

Vuelve a tu libreta y empieza a escribir objetivos. No te pongas límites. Anota todo lo que se te ocurra, aunque parezca pequeño o incluso tonto. Lo importante es que esos objetivos sean reales, alcanzables… y que tengan sentido para ti. Y sobre todo, que sean concretos. No basta con decir “quiero estar mejor” o “quiero cambiar”. ¿Qué significa eso para ti? ¿Qué aspecto de tu vida quieres transformar? ¿Cómo sabrás que lo has conseguido?

Una vez que tengas esa lista, ordénala. No es fácil, lo sé. A veces cuesta decidir qué es más urgente o más importante. Pero intenta hacerlo. Y si tienes que cambiar el orden más adelante, no pasa nada. Esto no es un examen.

Lo que sí es importante es que cada objetivo tenga una meta clara. Que sepas qué quieres lograr, en qué medida, y en qué plazo. Por ejemplo, si tu objetivo es “mejorar mi salud”, ¿qué significa eso exactamente? ¿Caminar tres veces por semana? ¿Dormir mejor? ¿Reducir el estrés?

Cuanto más específico seas, más fácil será avanzar. Porque sabrás qué estás buscando… y podrás medir si te estás acercando. Y con eso claro, llega el momento de crear tu plan de acción.

No tiene que ser algo complejo. Basta con que definas qué vas a hacer, cuándo lo vas a hacer, y cómo vas a mantenerlo en el tiempo. Puede ser dedicar una hora al día a estudiar algo nuevo. O salir a caminar. O reservar los sábados por la mañana para ti, para hacer algo que te guste.

Lo importante no es el qué, sino el cómo. Que lo hagas con constancia. Que lo conviertas en parte de tu vida. Porque esto no va de hacer un cambio puntual. Va de construir una forma de vivir que te haga sentir más en paz contigo mismo. Más fuerte. Más tú. Y si en algún momento te pierdes, recuerda lo que dijimos al principio: antes de avanzar, hay que ordenar.

Deja atrás lo que te resta. Sustituye hábitos que te drenan por otros que te nutran. Si quieres sentirte más vital, más libre, más feliz… empieza por soltar el lastre. Haz espacio. Y mientras caminas, recuérdate esto: no hay nadie más que piense, actúe o sienta exactamente como tú.

Eres único. Irrepetible. Así que toma el control de tu vida. No para demostrarle nada a nadie. Sino porque te lo debes a ti.

Hasta pronto

Migue Á Beltrán


Descubre más desde MIGUEL ÁNGEL BELTRÁN

Suscríbete y recibe las últimas entradas en tu correo electrónico.