MENTE SINTÉTICA: ¿Hacia la IA con conciencia humana?
La IA, es una tecnología que está alimentando profundos debates, y con opiniones muy enfrentadas…
Para algunos, se trata de una gran amenaza; el anuncio de la llegada del apocalipsis, el fin de los días… Para otros, puede ser la llave maestra que abra las puertas a un futuro lleno de oportunidades que nos ayudarán a solucionar los grandes problemas de la humanidad y a avanzar hacia una etapa de esplendor sin precedentes.
Ambas visiones podrían tener algo de verdad o tal vez estén totalmente equivocadas, lo que es seguro es que apenas estamos comenzando a conocer sus implicaciones y ya estamos viendo cómo han empezado a cambiar muchas cosas en múltiples ámbitos.
Pese a esto, la inteligencia artificial todavía está lejos de mostrar todo su potencial. Solo podemos especular sobre el impacto que tendrá en nuestras vidas, pero sin dejarnos llevar por un exceso de imaginación o de paranoia.
Os propongo hacer un breve análisis de lo que hay de verdad al respecto de la IA.
Estaremos de acuerdo en que, hoy en día, esta tecnología puede ser de ayuda en muchas cosas: desde mejorar las predicciones climáticas o incrementar la productividad en áreas diversas, hasta acelerar el desarrollo y la efectividad de los medicamentos, revolucionar el diagnóstico médico o impulsar la investigación espacial.
De hecho, su uso ya está muy presente en nuestras vida. Hay empresas que la están utilizando desde hace tiempo para analizar nuestros hábitos de compra, prever nuestras necesidades e incluso personalizar las ofertas. Pero la IA no solo recopila datos y ofrece soluciones a problemas específicos, también está evolucionando para parecerse cada vez más a nosotros, y es aquí donde nos ponemos nerviosos.
Los asistentes virtuales, como Alexa o Siri, han aprendido a interpretar nuestro lenguaje, a captar nuestras emociones e incluso a responder con humor. Y con su presencia cada vez mayor en nuestros hogares, se pretende normalizar el hecho de que nuestros dispositivos están escuchando lo que decimos en nuestra casa y recopilando información sobre nuestros hábitos y preferencias, supuestamente para personalizar servicios y hacernos la vida más cómoda…
Suena perturbador, pero mantengamos la calma, porque aún estamos lejos de ver máquinas inteligentes y completamente autónomas que representen un verdadero riesgo para nuestra seguridad, más allá de que nos llenen el teléfono de anuncios sobre algo que comentamos en casa hace menos de una hora.
El término inteligencia artificial fue acuñado en los años 50 por un matemático y visionario llamado John McCarthy, quien imaginó un futuro en el que habrían máquinas capaces de aprender, razonar y resolver problemas como los humanos.
En aquella época, hablar de IA era como narrar una historia de ciencia ficción: las primeras computadoras acababan de nacer, ocupaban habitaciones enteras y tenían una capacidad de procesamiento ridícula comparada con la que ofrece cualquier teléfono móvil en la actualidad.
Desde la invención del circuito integrado en 1958 y la posterior evolución de los microchips, el desarrollo tecnológico de las computadoras ha sido impresionante. Hoy en día, su potencia de procesamiento ya permite hacer posible el funcionamiento de la IA, algo que genera entusiasmo por sus beneficios, pero también preocupación por sus posibles riesgos.
Un buen ejercicio para entender mejor donde estamos exactamente, podemos empezar por definir el significado de «inteligencia artificial y hasta qué punto se asemeja realmente a la nuestra.
La inteligencia humana no se limita a la lógica matemática; también incluye las emociones, la creatividad o las habilidades sociales. Por lo tanto, para que una IA autónoma pueda considerarse realmente inteligente, hasta el punto de parecerse a nosotros, no basta con que pueda procesar cálculos complejos: necesitará también adquirir la capacidad de aprender, crear, comunicarse y comprender conceptos abstractos, como las emociones o el lenguaje coloquial.
La inteligencia artificial ha demostrado avances impresionantes en muchas áreas, pero hay un detalle clave que no debemos perder de vista: aunque parezca increíblemente inteligente, en realidad no comprende el significado de lo que hace, ya que aún deberá desarrollarse en otros apartados.
Por ahora, la IA funciona como un potente procesador de datos. No razona como lo haría un humano, sino que analiza patrones y reglas matemáticas para generar respuestas. Por esto, en entornos estructurados con reglas definidas—como los juegos de estrategia, el reconocimiento de imágenes o la interpretación del habla—su capacidad para encontrar soluciones rápidas y precisas es impresionante.
Sin embargo, cuando se enfrenta a escenarios más abiertos y ambiguos, como la creatividad artística, la toma de decisiones éticas o la comprensión del contexto humano, sus limitaciones se hacen evidentes, ya que, en estos casos, no hay reglas estrictas ni patrones fáciles de medir, por lo que aún tiene dificultades para sacar conclusiones precisas.
Esta es la realidad de la IA más allá de lo que la imaginación colectiva nos esté dando a entender.
¿Y qué debemos esperar en el futuro?. Es aquí es donde entran las grandes inversiones de empresas tecnológicas y gobiernos. Entre otras cosas, lo que buscan es desarrollar una IA capaz de superar esas barreras actuales para poder resolver problemas donde la intuición, la improvisación y la subjetividad son parte importante del contexto.
Y no será tarea fácil. Para poder alcanzar ese momento en el que una IA pueda comprender la complejidad humana e interpretarla con precisión, la primera barrera que deberá superar es el procesamiento del lenguaje común.
La comunicación es lo que nos define como seres humanos. Gracias al lenguaje, compartimos pensamientos abstractos sobre justicia, relaciones sociales y emociones. Sin embargo, expresar exactamente y con claridad lo que realmente queremos decir no siempre nos resulta fácil, de hecho, casi nunca lo hacemos al 100%.
Piénsalo: ¿cuantas veces has sentido que alguien no te entiende del todo? Por lo general, si logras transmitir con precisión el 5 o 10% de lo que realmente quieres decir, ya eres un gran comunicador.
Las máquinas, en cambio, no tienen este problema. Se comunican entre ellas con una precisión absoluta. Si envías un correo electrónico, el mensaje llega íntegro, sin malentendidos ni interpretaciones. Pero los humanos no podemos hablar con las máquinas de la misma manera, porque no tenemos una conexión directa con ellas más allá del habla y la escritura.
Dado que nuestra comunicación suele tener una parte de ambigüedad o imprecisión, las máquinas no pueden interpretarnos correctamente. Por eso, la IA debe aprender a comprender nuestro lenguaje coloquial, nuestras expresiones e incluso los sesgos que vienen asociados a ellas para poder interpretar correctamente nuestra forma de comunicar algo.
Para que la inteligencia artificial sea una realidad completa, no solo tendrá que procesar una infinidad de datos, también deberá interpretar a los humanos y sus sesgos comunicativos.
Cuando usas Google, simplemente escribes lo que buscas. Por ejemplo: «una paella de arroz y marisco». El motor de búsqueda hará coincidir tu frase con los resultados más relevantes. Pero si le dices en su lugar: «Estoy preparando un almuerzo, ¿puedes buscarme una receta excelente para que la paella de arroz y marisco quede melosa?», entonces la máquina que procesa esa pregunta y busca una respuesta, tendrá que hacer mucho más trabajo.
Deberá entender que «excelente» está relacionado con «arroz meloso», pero que no se trata de una característica específica, sino de algo subjetivo que tendrá que analizar buscando y comparando numerosas recetas que hablan del modo de lograr esa textura, teniendo en cuenta valoraciones de quienes la han probado.
Y de la información y conclusiones que saque, también deberá ser capaz de retener y aprender de todo ello, para así responder mejor a futuras situaciones. En cierto modo, de una forma similar al proceso de aprendizaje del ser humano.
Un ejemplo de como va evolucionando ese proceso de aprendizaje en la IA…
Hace unos años, si buscabas en Google «¿Cómo bajar de peso rápidamente?», los resultados eran como un listado de sugerencias algo extremadas: dietas milagrosas, rutinas agotadoras o consejos que te hacían pensar que el único camino era el sufrimiento. Pero, afortunadamente, los motores de búsqueda han evolucionado, y hoy la historia es distinta.
Ahora, si escribes esa misma pregunta, la inteligencia artificial detrás de los buscadores es capaz de interpretar nuestra intención más allá de las palabras clave, lo que le permite platear soluciones más elaboradas. En lugar de un listado de soluciones drásticas, te ofrece opciones más variadas y adaptadas a tus características personales: desde enfoques sostenibles y análisis sobre los riesgos de los métodos extremos, hasta recetas saludables y estrategias basadas en la evidencia científica.
La tecnología esta empezando a aprender. No solo reconoce que quieres perder peso, sino que intenta descubrir si buscas una estrategia efectiva, un cambio saludable o simplemente información general.
Este es un pequeño paso hacia una inteligencia artificial más intuitiva, capaz de manejar el contexto, la improvisación y la subjetividad, elementos clave en la comunicación humana.
Una vez más, aunque la IA ha recorrido un largo camino, todavía le falta algo fundamental: la capacidad de interpretar y manejar el lenguaje y las emociones de forma similar al ser humano. Mientras que una persona puede ajustar su respuesta dependiendo del estado de ánimo de su interlocutor, las máquinas aún deberán evolucionar mucho hasta ser capaces de captar esas sutilezas.
¿Llegará el día en que la IA pueda comprender completamente nuestras motivaciones y emociones para perfeccionar sus respuestas? Es posible, pero aún dependerá durante mucho tiempo de la interacción humana para poder aprender y mejorar. La intuición, la subjetividad y el instinto seguirán siendo terrenos donde la inteligencia artificial tendrá grandes limitaciones, pero cada vez menos…
Con el tiempo, los modelos evolucionarán para acercarse más a una comprensión profunda de nuestras emociones. ¿Hasta qué punto?, solo el futuro tiene la respuesta.
Aquí terminamos este episodio. Me encantaría saber qué piensas sobre este dilema. Te agradeceré tus comentarios.
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Hasta pronto
Miguel Á Beltrán
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