Hoy vamos a tratar otro tema fascinante, hablaremos de la existencia o no de un alma eterna o de una esencia inmortal en los seres vivos en general y en el ser humano en particular.
Este es un asunto que siempre ha intrigado a la humanidad, así que he investigado un poco sobre ello y quiero compartir aquí algunas reflexiones.
Sin duda hay dos grandes perspectivas que plantean posibles respuestas a esa cuestión: la científica y la espiritual.
Ambas tratan de confirmar o refutar la idea de que, más allá del funcionamiento de nuestro cuerpo orgánico y, en particular, de nuestro cerebro, existe lo que llamamos un «alma» o dicho de otra forma, una especie de forma inmaterial de nosotros mismos que es lo que nos da la percepción de vida, la conciencia y la personalidad.
La ciencia ha abordado a lo largo de la historia la naturaleza de esa idea desde varios enfoques. Eso sí…, sin llegar a una conclusión definitiva, sino más bien a unos resultados que, de en cualquier caso, no resuelven del todo la gran cuestión.
Empecemos con la neurología. Este campo estudia el cerebro y su funcionamiento. Los neurólogos afirman que muchas de las cosas que atribuimos al concepto de alma, como la conciencia, los pensamientos y las emociones, están profundamente conectadas con la actividad cerebral, y que no dejan de ser el resultado de esa actividad y no parte de una especie de esencia divina que viene adherida de serie a nuestro cuerpo cuando nacemos.
Por ejemplo, se sabe que ciertas áreas del cerebro se activan cuando sentimos amor, miedo o felicidad. Esto sugiere que lo que llamamos «alma» podría ser simplemente el reflejo de la compleja actividad de nuestro cerebro. No obstante, no aclara del todo como puede transformarse esa actividad cerebral en conciencia de nuestra propia existencia.
La psicología se centra más en el comportamiento humano, y plantea una idea similar a la anterior, añadiendo que lo que entendemos como «alma» no se trata de algo fijo e inmutable adquirido al nacer, sino que es una identidad generada por el cerebro que va cambiando con el tiempo y las circunstancias.
Incluso en el campo de la biología evolutiva, que estudia cómo los seres vivos han cambiado a lo largo del tiempo, hay científicos que se atreven a afirmar que la conciencia y, por ende, lo que tradicionalmente muchos entienden como el alma, podrían ser un simple resultado evolutivo que nos ha aportado la habilidad de adaptarnos. Es decir, ser conscientes de nosotros mismos y de nuestra situación en el entorno nos ha ayudado a sobrevivir y a prosperar como especie.
En definitiva, lo que la ciencia plantea es que no podemos concluir que exista el alma como una especie de esencia de nosotros mismos, la cual obtenemos al nacer y mantenemos durante toda nuestra vida biológica, hasta que al finalizar esta, esa «alma» pasa a otro plano de existencia, pero no desaparece.
Entonces, ¿qué podemos concluir de todo esto desde una perspectiva científica? Lo que está claro es que la ciencia no ha encontrado pruebas definitivas de que exista un alma inmortal en el sentido tradicional del término, pero tampoco puede descartar lo contrario. Lo único que puede confirmar es que nuestra conciencia y percepción de nosotros mismos son fenómenos increíblemente complejos y fascinantes para los que todavía no hay una explicación definitiva.
Indaguemos entonces en la visión espiritual sobre el asunto. Qué se dice desde este otro lado sobre la existencia del alma eterna y de una esencia inmortal.
La idea del alma eterna es algo que aparece en muchas culturas y tradiciones. Desde los antiguos egipcios, que creían en la inmortalidad del alma y la vida después de la muerte, hasta las religiones modernas, donde el concepto de «alma» es un elemento central en el ser humano.
Uno de los puntos de partida en la mayoría de las religiones, y a diferencia del planteamiento científico, es que el «alma» es nuestra conciencia y la esencia más profunda de nosotros mismos; algo que está ligado con nuestra existencia física, pero que en ningún caso es el resultado de ella ni un simple reflejo de la actividad cerebral. Y para explicarlo, plantean diferentes visiones, algunas de ellas realmente fascinantes.
Hay teorías espirituales que sugieren que el alma no está confinada en el cuerpo físico, sino que es una energía que está asociada a él y que va más allá de nuestra conciencia. Esta idea es defendida por muchas personas que han tenido experiencias cercanas a la muerte, donde han coincidido entre ellas al explicar las mismas percepciones sobre sensaciones de paz, amor y una conexión profunda con algo más grande que la propia existencia terrenal.
La reencarnación es otra teoría que vale la pena mencionar. Esta creencia, presente en tradiciones como el hinduismo y el budismo, sugiere que nuestra alma pasa por múltiples vidas, aprendiendo y evolucionando con cada experiencia; una perspectiva interesante sobre el propósito de la vida.
La idea de que el alma pasa por múltiples vidas, aprendiendo y evolucionando, ofrece una perspectiva interesante sobre el propósito de la vida. Según estas tradiciones, cada vida es una oportunidad para aprender lecciones y avanzar espiritualmente.
Curiosamente, incluso hay una visión espiritual que está ligada en cierto modo con una ley científica: la de conservación de la energía. Esta ley nos dice que la energía no se crea ni se destruye; solo se transforma de una forma a otra. Esta es una de las leyes fundamentales del universo y se aplica a todas las formas de energía que conocemos, desde la energía cinética y térmica hasta la energía potencial y electromagnética.
Ahora, llevemos este concepto al terreno de lo espiritual. ¿Qué pasa si consideramos el alma como una forma de energía? Si aceptamos esta premisa, entonces podríamos pensar que, al igual que cualquier otra forma de energía, el alma no se destruye cuando morimos, en lugar de eso, simplemente cambia su forma o su ubicación física.
Esta idea tiene profundas implicaciones. Primero, sugiere que nuestra esencia, lo que realmente somos, no desaparece con la muerte del cuerpo. En lugar de eso, continúa existiendo de alguna manera, aunque no sea en la forma física que conocemos. Esto podría significar que nuestra conciencia, nuestras experiencias y nuestras emociones, todos esos aspectos que consideramos parte de nuestra «alma», podrían persistir en una forma diferente.
Otra interesante visión es la conexión entre todos los seres vivos. Hay diversas tradiciones espirituales y filosóficas, como la budista, que hablan de una red de interconexión que une a todas las formas de vida.
En esta creencia, nuestra alma no sería algo aislado, sino que es parte de un todo más grande. Vienen a sugerir que nuestra verdadera naturaleza está interconectada y que todas las almas son expresiones de una única realidad fundamental de la que todos formamos parte.
Desde esta perspectiva de la conexión espiritual, la vida y la muerte pueden ser vistas como transiciones dentro de una red de existencia que es eterna, por lo que la conciencia individual continúa después de la muerte del cuerpo.
En resumen, la perspectiva espiritual ofrece otras alternativas para reflexionar sobre la existencia del alma y para tratar de encontrar también un significado más profundo sobre el sentido de la vida y de la muerte.
Sea desde la perspectiva científica o desde la espiritual o filosófica, y aunque todas estas teorías sean fascinantes, no son algo que pueda ser probado o refutado empíricamente, al menos todavía. La naturaleza de la conciencia y del alma sigue siendo uno de los mayores misterios de la humanidad.
Por lo tanto, la existencia o no de un alma eterna tampoco dejará de ser una de las preguntas más fascinantes y significativas de la humanidad, además de un tema de debate y especulación, tanto desde el punto de vista científico como del espiritual.
El ser humano tiene en su propia naturaleza la inquietud de entender el entono que le rodea, por lo que seguirá buscando respuestas a la gran pregunta sobre su razón de existir en él y de ser consciente de ello.
Aquí termina este episodio, que espero te haya resultado interesante. Muy pronto tendrás un nuevo contenido en EL FARO DE LYCON en el que seguiremos indagando sobre otras grandes historias, enigmas o realidades sociales.
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